El toro que estaba enamorado de la luna

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La historia del toro enamorado de la luna que un día pudo hacer realidad el sueño que siempre había soñado, el de poder reunirse con su gran amor.

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En el valle del Río Bravo, donde el cielo nocturno se teje con destellos de estrellas, vivía un toro llamado Soñador. Era un toro diferente a cualquier otro; su pelaje parecía dibujado con motas de la noche estrellada y sus ojos reflejaban el profundo azul del crepúsculo. Pero lo que realmente hacía único a Soñador no era su aspecto, sino su amor inquebrantable por la luna.

Cada noche, cuando el sol se escondía detrás de los montes y la luna ascendía majestuosa en el cielo, Soñador se situaba en la cima de la colina más alta del valle. Desde allí, suspiraba al mirar el resplandor plateado de su amada, soñando con tocar su superficie suave y fría. La luna, a su vez, parecía sonreírle con una luz especial, y las estrellas centelleaban formando un manto que abrazaba sus sueños.

La leyenda del toro y su amor por la luna se extendieron por todas las criaturas del valle. Los grillos tocaban melodías que contaban su historia, y las lechuzas la difundían en sus vuelos nocturnos. Sin embargo, este amor parecía imposible, pues ¿cómo podría un toro terrenal alcanzar a su luminoso amor celeste?

Una noche, mientras Soñador contemplaba a la luna, una estrella fugaz surcó el cielo. Recordando las historias antiguas de deseos concedidos, cerró sus ojos y pidió con todo su corazón estar más cerca de su amada. No pasó mucho tiempo cuando una suave brisa comenzó a acariciar su lomo, y una voz melodiosa llenó el aire.

"Eres un ser de gran corazón", susurró la voz, que parecía provenir del propio viento. "Tu amor puro ha tocado las estrellas. Te concederé un deseo, pero debes estar preparado para las consecuencias."

Soñador, sin dudarlo, expresó su deseo: "Quiero estar con la luna, aunque solo sea por un instante."

La brisa se convirtió en un torbellino, y Soñador se vio envuelto en una nube de polvo estelar. Cuando el torbellino se disipó, Soñador no estaba ya en la colina, sino flotando en el cosmos, entre constelaciones y nebulosas, frente a la impresionante luna.

La luna lo miró con ojos de cráteres y montañas, y por primera vez, Soñador pudo tocar su superficie fría y poética. "Tu amor es tan grande que ha cruzado los confines de la tierra", le dijo la luna con una voz que resonaba como el eco de un sueño. "Pero no puedes permanecer aquí, tu lugar está en la tierra, junto a los ríos y las flores que nutres con tu presencia."

Soñador, con un corazón agridulce, comprendió que su amor por la luna era eterno, pero no podía ser terrenal. Pasó lo que parecieron eternidades admirando su belleza, recorriendo sus valles y montañas, hasta que la voz del viento regresó.

"Es hora de volver", anunció el viento.

Y así, como una estrella fugaz que regresa a casa, Soñador fue llevado de vuelta al valle del Río Bravo. Aunque ya no podía tocar la luna, su conexión con ella se había vuelto más profunda y mágica. Cada noche, al mirarla, sabía que ella también lo recordaba. 

Soñador continuó su vida en el valle, pero ahora, cada vez que bramaba, las estrellas temblaban y la luna brillaba un poco más fuerte. La historia de su viaje al cosmos se volvió una leyenda de amor y esperanza, un cuento que se narraba en las noches de luna nueva, cuando los corazones se permiten soñar lo imposible. 

De esta forma, en el valle del Río Bravo, el amor de un toro y la luna se convirtió en un cuento de fantasía, recordándonos que no hay distancias demasiado grandes para el verdadero amor, ni siquiera entre la tierra y el cielo.

Historia patrocinada por PICTOREM

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